El pasado 17 de febrero tuve el placer de impartir el taller de Prácticas Restaurativas en en el Colegio de Abogados de Valencia, dentro del marco formativo del Experto en mediación y gestión de conflictos que este Colegio profesional viene realizando exitosamente en colaboración con la Universidad CEU Cardenal Herrera.
Uno de los supuestos que a mí me parece más nuclear en el paradigma restaurativo es el tratamiento de la incuestionable dignidad de toda persona humana, sin excepción ni mengua alguna por cualquier condición de su ser, ni por el juicio que nos merezca su obrar .
Así, la dignidad humana es el derecho que tiene cada ser humano, de ser respetado y valorado como ser individual y social, con sus características y condiciones particulares, por el solo hecho de ser persona. Así se recoge ene el artículo 1 de la Declaración de derechos humanos.
Pero ¿ por qué la considero tan central en este contexto?. Se comprenderá mejor aquello a lo que me refiero si nos detenemos un momento en la diferencia entre la dignidad ontológica y dignidad moral de cualquier individuo, dos categorías que operan en dos niveles muy distintos que, sin embargo, muchas veces vienen confundidas generando un sinfín de malentendidos y un tremendo daño.
Veamos a qué me refiero:
La dignidad ontológica viene referida al ser. La dignidad de la persona humana, desde este punto de vista, radica en su ser y significa que cualquier ser humano es merecedor de respeto y consideración, por el mero hecho de serlo. Y esta es una declaración de carácter absoluto.
La dignidad moral, por contra, tienen su arraigo en el obrar. Viene referida a la dimensión ética y se refiere a la naturaleza de las actos que efectúa cada individuo. Hay actos que dignifican al ser humano, mientras que hay
actos que no. Incluso algunos de estos actos, por su gravedad o los intereses a los que afectan, pueden ser merecedores de un reproche moral y/o penal. Pero ni el más reprobable de los actos es capaz de afectar a una persona en su dignidad consustancial.
Operar en este paradigma supone entrenar firmemente la mirada a fin de no perder nunca el contacto con la naturaleza esencial de cada ser humano, de manera que, por más graves que hayan sido sus equivocaciones, nunca nos refiramos a ella como una mala persona, sino como una buena persona, -dado que todas los son-, que realizó un mal acto. Quiero aclarar, -aunque tampoco me extenderé en ello ahora-, que esta mirada más humana no implica en absoluto condescendencia, ausencia de responsabilidad, ni impunidad por los propios actos, sino que mantiene, por contra, un alta exigencia en los estándares de comportamiento y disciplina, sin juzgar nunca a la persona, ni confundirla con sus más o menos aceptables resultados.
Hay seres que por la manera en que se conducen, por su participación en el seno de las comunidades a las que pertenecen o su contribución a la sociedad, se hacen acreedores de una dignidad moral, mientras que los hay que, por su forma de vivir, son indignos desde un punto de vista moral. Sin embargo, todo individuo, por el mero hecho de ser persona, y más allá de su obrar, tiene dignidad ontológica.
Nos ayudará observar la pirámide de niveles neurológicos desarrollada por Robert Dilts, -experto de nivel internacional de Programación Neurolingüística-, para evidenciar que en toda experiencia humana coexisten multitud de dimensiones, tanto conscientes como inconscientes. Dilts estableció una jerarquía entre ellas en orden a su profundidad e influencia. El desarrollo de estos niveles excede en mucho el objeto de este post, pero a menudo me refiero a ellos pues ilustran con mucha claridad la distinción entre conductas e identidad y los graves riesgos de confundirlas.
No es lo mismo beber una copa que ser un bebedor; cometer un acto imprudente que ser una mala persona; cometer un acto ilícito y reprobable, que ser un delincuente… Vemos que es muy distinto el nivel de las puras acciones o/y omisiones, del nivel de identidad, del sentido profundo de uno mismo y quién soy yo para los demás.
Quiero finalizar este post agradeciendo esta esta nueva oportunidad de seguir contribuyendo a la formación de nuevos profesionales de la mediación.
Mi reconocimiento a la dirección y coordinación del programa por su calidad y mi felicitación a esta nueva remesa de abogados inquietos que vienen a incrementar las filas de la vanguardia en la Gestión constructiva del conflicto.
La pacificación de los conflictos es hoy, si cabe, más necesaria que nunca. Y los abogados tenemos un papel crucial al respecto. ¿Te sumas a pacificar?.
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Inmaculada Gabaldón Gabaldón
Abogada. Mediadora. Formadora
Coach Ontológica y Generativa. Trainer y Coach PNL
Instructora y facilitadora de Prácticas Restaurativas.
Directora de Espacio CONFLUERE
2 ideas sobre “La dignidad humana en el paradigma restaurativo.”
hola buen dia, muy reflexivo tu articulo Inmaculada, por lo general no tenemos en cuenta estas diferencias o clasificaciones entre dignidad ontológica y dignidad moral. como mediadora, estimo que debemos tener muy clara estas manifestaciones, y no prejuzgar las conductas de los mediados. muchas gracias, muy lindo artículo.
Muchas gracias por tu comentario Pepita. Coincido contigo y celebro que compartas mis apreciaciones: el derecho humano a la dignidad ontológica incondicional nos ha costado mucho conquistarlo como especie y hay que defenderlo a ultranza con carácter absoluto, pues aunque es una invaluable conquista, no siempre es respetado. Y para ello es necesario distinguirlo de la dignidad moral, que no es incondicional sino que está en relación con la conducta de cada individuo. Que, por cierto, siempre es susceptible de cambio y mejora. Estas distinciones son nucleares en el paradigma restaurativo al que me adscribo.