La compleja construcción de un auténtico "nosotros"

Post recuperado (24 de julio de 2018)

Hoy ha vuelto a mí con fuerza este bellísimo poema de Fritz Perls:

Un poema que apunta sí, a la posibilidad del deseado ENCUENTRO y de la plenitud de las relaciones auténticas, con toda su dicha y consuelo, pero que encara al propio tiempo con crudeza cuán esquiva se nos torna tantas veces la experiencia del verdadero encuentro humano.

Un poema que explicita con delicadeza, pero también con rotundidad, cuántos juegos tendemos a desplegar con tal de no sentir la lacerante herida de nuestra insoslayable individualidad: la mía; la del “otro” . Y cuánto coraje hace falta para sostener sin escapismos, este dolor: sin plegarme sumisamente a tus exigencias; sin pretender cruelmente que cubras las mías, traicionando, vulnerando en ambos casos a nuestro SER ÚNICO : el Mío; el Tuyo.

Cuán alto es el precio de la lealtad a uno mismo y cuánto amor hace falta para respetar la libertad del otro cuando es tan imperiosa la necesidad de encajar y acoplarnos cuanto antes el uno al otro; el otro al uno.

No importa cómo, con tal de no sufrir por más tiempo esta insoportable sensación de soledad existencial, la angustia de este vivir separados… Yo aquí, en mi cuerpo, en mi espacio vital, en mi pequeño-gran universo; tú, sin embargo, allá, en los tuyos, que son otros…

Es tanta la tentación de aplacar-me, de aplacar-te, de aplacar-nos mutuamente este dolor, de cerrar la herida, aunque sea en falso, de esbozar dulces engaños, de ignorar la diferencia o acelerar prematuramente el proceso obviando lo que hay o haciendo ver lo que no está…

Y sin embargo, todo será en vano, pues no hay posible encuentro verdadero de dos seres humanos que no hayan asumido antes plenamente su individualidad. Que no hayan explorado, expresado y legitimado su identidad única.

Solo ese bendito lugar permite salir del dilema “ o tú o yo” y adentrarse en el paradójico y complejo espacio del “tú y yo”.

Y solo desde este espacio del que tal vez, mutuamente, nos hemos sabido dotar, podremos comenzar el camino para poder, de verdad, aproximarnos. No yo hacia tí, no tú hacia mí, sino ambos, plenos, enteros, completos, diferentes, únicos… desplazándonos al unísono para poder construir, tal vez, un bello NOSOTROS. Este es el espacio integrativo del inter-ser. Del Vínculo Primordial del que nos habla Daniel Taroppio.

Navegando en la red he leído que hoy más que nunca, la responsabilidad y la misión de la cultura radica en el individuo que intenta llevar su “yo personal” a ser Si-mismo para poder aportar, frente al Tú, esa tolerancia y bondad que sólo poseen los que han investigado y vivido conscientemente sus más oscuras simas.

El camino hacia uno mismo, el camino hacia el otro, el camino con el otro, – todos de obligado tránsito si se aspira a una vida plena-, están plagados de idas y venidas, encuentros y desencuentros, del deleite del dulce néctar y de amargos sinsabores.

Cada nuevo desafío, cada diferencia, cada conflicto, exigirá una nueva transformación. Esta transformación puede darse o no, -y ello depende de múltiples factores-, pero aun cuando se dé, no por ello es seguro el Encuentro. Lo único seguro es que si no se da, no habrá nada que hacer, nos dice Perls.

Así lo constato en mi proceso personal. Y así lo constato en el acompañamiento que en lo personal, familiar, organizacional hago con otros desde el coaching o la gestión del conflicto.

Y también constato, -y esto da sentido a cuanto hago-, cuán necesaria es esa mirada compasiva y ese espacio sostenedor que sirvan de incentivo y bálsamo, al propio tiempo, para pemitir ese salto, sin por ello caer.

Y desde este lugar en el que estoy, agradezco por igual las compasivas miradas que me acompañan y las individualidades que confían en mi acompañamiento.