El mito de la «normalidad»

Cuando leo o escucho algún trabajo del Dr. Gabor Mate, no puedo dejar de percibir los múltiples puntos que relacionan su visión y tratamiento del trauma humano, con muchos aspectos del paradigma restaurativo y los cambios culturales que promueve.

Un cambio de cultura afecta inevitablemente también, al ámbito del desarrollo y sanación individual, al relacional y conductual y al institucional, pues todos estos ámbitos están interrelacionados y se afectan entre sí, de manera que un cambio en uno de ellos provocará un cambio en el resto.

Vivimos en una cultura que ya no respeta, sino que  inhibe, reprime y castiga nuestra humanidad.

El Dr. Gabor Mate lleva largos años estudiando el trauma, sus causas y sus efectos, a fin de lograr intervenciones más efectivas, dada la ineficacia de muchas actuaciones actuales, pues lo cierto es que algunos síntomas, no hacen sino multiplicarse más y más…

Habla de lo nocivo que es «El mito de la normalidad» que está subyacente en nuestra cultura: como si hubiera personas «normales» y personas que no lo son, que son, por tanto, «anormales».

La «normalidad se construye desde la idea de que la diferencia es amenazante y peligrosa, merece ser discriminada, señalada, estigmatiza y, en última instancia, eliminada

Como dice parece que el mejor lugar del mundo para ser esquizofrénico no es ni mucho menos, EEUU, ni ningún otro lugar de nuestro entorno Occidental, por más que aquí dispongamos de los mejores tratamientos farmacológicos; sino, por el contrario cualquier aldea de África o de la India, donde su cultura esté basada en una prioridad del individuo y en el cuidado de las relaciones humanas: Donde se cultiva la aceptación, donde hay un lugar para las diferencias, donde la conexión entre los miembros no se interrumpe nunca, sino que se mantiene, donde se valora la dignidad ontológica de cada persona y a nadie se excluye ni se le condena al ostracismo, sino que cada individuo es incondicionalmente tratado, escuchado y acogido y se dotan como comunidad de un espacio para hacer lo que se necesite hacer; para que expreses lo que necesites expresar y que, sea esto lo que sea, pueda ser acogido sin juicio. Y en este espacio es posible que toda la comunidad participe, acompañe el dolor, preste apoyo o celebre contigo, si es lo que emerge en el momento, y también es posible que, sintiéndote apoyado así, incluso encuentres, quizá a un significado a tu «locura», a aquello que te aflige, sea lo que sea.

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Así que algunas «enfermedades», algunos «comportamientos», algunas «adicciones» catalogadas así por nuestra cultura, en realidad son etiquetas construidas culturalmente que, además, en general, producen la estigmatización del individuo que las actúa, las muestra o las padece.

Así es como esta cultura que exacerba el individualismo, destruye nuestro contexto relacional e inhibe la íntima conexión con nuestro ser más profundo. Esta cultura que ignora nuestras auténticas necesidades humanas como la pertenencia, el reconocimiento, la conexión, la aceptación, la autenticidad, el amor… generando así, inevitablemente,  graves patologías.

Una cultura en la que no importa lo que realmente «eres», sino cómo los demás te valoran, no en términos del propio ser, sino en términos de lo que produces y lo que consumes, bajo la presión de que las personas que no producen, ni consumen son apartadas y condenadas al ostracismo, como, por ejemplo nuestros MAYORES, despreciando, no sólo su capacidad de aportar valor en otros términos no consumistas, sino también la contribución de toda su vida y su invaluable legado.

El Dr. Gabor Maté sostiene que existe una Inteligencia en la Naturaleza y en la propia Creación, que no puede ser desconocida, pues si lo hacemos generamos sufrimiento para nosotros mismos y para todo nuestro entorno. 

El acto de alinearse, reconectarse de nuevo con esta Inteligencia y colaborar con ella, -consciente o inconscientemente-, en términos de aceptación, cuidado, amor, compasión… es la verdadera Espiritualidad.

Algunas personas lo hacen a través de la religión, pues es una vía muy apta, sin embargo para otras, a veces la religión ha sido un obstáculo.

Ya se habla de que los seres humanos también, además de otros muchos tipos de inteligencia, poseemos la Inteligencia Espiritual y desarrollar nuestro pleno potencial humano pasa por abrazarla y adentrarnos en dimensiones desconocidas de nuestro mundo interior. Ignorar esta parte esencial de nuestra humanidad supone ignorar, negar, renunciar a una parte esencial de nuestro SER, como individuos y de nuestra HUMANIDAD, como especie.

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Inmaculada Gabaldón Gabaldón

Abogada. Mediadora. Formadora

Coach Ontológica y Generativa. Trainer y Coach PNL

Instructora y facilitadora de Prácticas Restaurativas.

Directora de Espacio CONFLUERE

  

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